El pasado viernes 27 de marzo, fue publicada en el Diario Oficial de la Federación, la nueva Norma Oficial Mexicana 051. Durante meses de trabajo arduo y con la participación  de organizaciones de la sociedad civil y de actores como UNICEF, la Organización Panamericana de la Salud, el Instituto Nacional de Salud Pública, la Secretaría de Salud y el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, entre otros, se llegaron a acuerdos sobre la redacción de la nueva regulación, obedeciendo a las reformas en la Ley General de Salud aprobadas en 2019.

En esta norma se incluyen medidas innovadoras que posicionan a México como uno de los países con el mejor etiquetado, ya que además de alertar de manera clara sobre el exceso de nutrimentos críticos con base en el perfil de nutrientes de la OPS, se incluyen leyendas dirigidas a la población infantil en aquellos productos que contengan cafeína y edulcorantes no calóricos. Estas leyendas surgen de la necesidad urgente de disminuir el consumo de productos ultraprocesados entre los niños y niñas. Actualmente, UNICEF estima que casi un 40% de las calorías que consume este grupo de edad en México vienen de los ultraprocesados, productos chatarra altos en sodio, grasas, azúcares, colorantes y saborizantes artificiales y muy baja calidad nutrimental.

Además, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de 2018 ha puesto en evidencia que más del 85% de la población entre 5 y 11 años consume bebidas endulzadas (que independientemente de estar endulzadas con azúcar o edulcorantes no calóricos, entran en la categoría de “no recomendables”), más del 64% consume con regularidad botanas saladas, dulces y postres empaquetados, y el 52.9% consume cereales azucarados. Los mismos cereales altos en azúcar que el Instituto Nacional de Salud Pública ha evidenciado por emplear las alegaciones de salud y personajes infantiles más atractivos. La prevalencia de sobrepeso y obesidad en este grupo de la población, por cierto, ya ha alcanzado al 35.6% de los niños y niñas (en contraste con el 34% que se reportó en 2012).

¿Qué dice la evidencia al respecto?

A estas alturas no es sorpresa que el consumo de azúcares añadidos es un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, hígado graso e incremento del peso corporal. Por su parte, las grasas (saturadas y trans), y el sodio contribuyen a desarrollar y agravar enfermedades hipertensivas. Sin embargo, poco se había hablado del efecto que tienen los edulcorantes no calóricos y la cafeína.

Los primeros han sido ampliamente estudiados desde un punto de vista toxicológico, pero poco se había abordado una pregunta fundamental: ¿Qué papel tiene la exposición a sabores dulces desde etapas tempranas de la vida?, ¿Cómo puede influir el consumo de alimentos y bebidas endulzados en la formación de hábitos alimentarios saludables?

Los estudios arrojan una realidad preocupante: la exposición de los niños y niñas a entornos obesigénicos en los que las opciones hiperpalatables son las más atractivas y disponibles, deterioran el paladar. La predilección por los sabores dulces es explotada por las industrias de chatarra que desarrollan productos que con gran facilidad enganchan a los niños y niñas. Como consecuencia, es más complicada la adopción de hábitos saludables en una población habituada a los sabores artificiales, en extremo dulces o salados desde la niñez.

En cuanto a la cafeína, podemos decir con certeza que no existe recomendación nutricional alguna que  aconseje el consumo de este estimulante del sistema nervioso central desde la infancia. Su potencial adictivo ha sido estudiado y se encuentran presentes en grandes cantidades en los refrescos de cola que, desafortunadamente son consumidos en exceso por nuestra población infantil y juvenil (recordemos que las recomendaciones de la Jarra del Buen Beber tienen a los refrescos en el nivel 6; es decir ¡0 vasos!).

Otra de las características del nuevo etiquetado, y quizás una de las más importantes es la restricción en el uso de personajes dirigidos a la infancia en los empaques o envases de productos. Este es un camino que ya han seguido países como Chile y Perú con resultados positivos.

Para UNICEF y la Organización Mundial de la Salud, la promoción y publicidad de alimentos y bebidas no saludables es uno de los principales contribuyentes y factores de riesgo de la obesidad infantil. Se ha demostrado que la promoción y publicidad de estos productos influye en las preferencias, solicitudes de compra y consumo de los niños y adolescentes y sobre todo, que las empresas emplean caricaturas y películas de moda, deportistas y eventos deportivos, celebridades y otras herramientas como juguetes y promociones para llegar específicamente a los niños, niñas y adolescentes. Este grupo es uno de los más vulnerables a ser persuadidos por la publicidad y se ha reconocido que deben ser protegidos (por sus padres o tutores, pero también por el estado) de toda actividad de las que pueda vulnerar su derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud.

Asi, la salida de personajes como el osito Bimbo relacionado con palabras como “cariño”, el Tigre Toño que promete campeones en el mundo del deporte, o el conejo de Trix, un personaje hiperactivo que bien corresponde al consumo de un cereal con todos los colorantes posibles, representan un esfuerzo sin precedentes para proteger la salud de las futuras generaciones. Niños y niñas que podrían convertirse en adultos libres de la pesada carga de mortalidad prematura que suponen las enfermedades no transmisibles que el consumo de estos productos detonan.

Sin duda a esta medida se deben sumar otras regulaciones como la vigilancia sobre la venta de productos en las escuelas y sus alrededores y la publicidad dirigida a la infancia a través de medios digitales y tradicionales (recordemos que esta norma únicamente regula las etiquetas), e impulsar entornos saludables, lo que incluye los esfuerzos de orientación alimentaria, el acceso al agua segura para beber y los entornos construidos que faciliten la adopción de una vida activa y más saludable.

La respuesta del sector empresarial

Como era de esperarse, el sector de alimentos y bebidas ultraprocesados se ha manifestado en contra de la publicación de esta norma. A través de CANACINTRA han tratado de usar la pandemia por COVID-19 como un argumento para desechar el etiquetado aplaudido por las agencias de naciones unidas y las autoridades de salud. Además de que esta propuesta contraviene lo establecido en la Ley General de Salud sobre etiquetado frontal de advertencia, refleja una profunda irresponsabilidad de este sector. Recordemos que uno de los factores que nos convierten en una población vulnerable ante este virus y en general ante cualquier cuadro infeccioso, nuevo o conocido, es justamente el sobrepeso, la obesidad, la diabetes, la hipertensión arterial y demás complicaciones que de estos males derivan. México, con una emergencia epidemiológica por diabetes y obesidad se enfrenta a esta pandemia en una franca desventaja que ha sido causada por la ausencia total de medidas basadas en evidencia para combatir la obesidad a nivel poblacional. Las administraciones anteriores no supieron (o mejor dicho, no quisieron) hacer más que señalar a los individuos y señalar con campañas masivas los cambios que se debían adoptar, pero sin disposición alguna para reconocer o modificar los entornos en los que vivimos. Entornos que han sido un caldo de cultivo perfecto para desarrollar malos hábitos alimenticios y enfermedades crónicas.

Hoy tenemos una política bien encaminada que será fuertemente criticada por las industrias de alimentos y bebidas por la simple razón de representar una amenaza para el crecimiento de sus bolsillos. Vale la pena resaltar que se trata de las mismas industrias que se han amparado, han atacado en medios y han alegado la supuesta ineficiencia del etiquetado de advertencia, pero al mismo tiempo, formaron parte del grupo de redacción de la nueva norma de alimentos, cuyos acuerdos hoy rechazan y desconocen.