Con el paso de los meses, la pandemia ha visibilizado la necesidad de atender la salud de manera integral, esto incluye desde luego la salud mental. Pocas veces se aborda, por ejemplo, lo verdaderamente inmovilizante que puede ser la depresión y mucho menos se enfatizan los diferentes factores que la podrían agravar.

Sabemos que las condiciones familiares y sociales, problemas económicos o estresantes y diferentes formas de abuso y violencia son reconocidos detonantes (aunque también es innegable que no se hace lo suficiente para abordar estos factores), pero ¿los alimentos?, ¿alguien los toma en cuenta?, ¿se habla sobre la disponibilidad de alimentos como un posible factor que contribuye al deterioro de la salud mental?

En esta entrada analizaremos brevemente la relación entre la alimentación y la presencia de síntomas depresivos.

Para hablar sobre la relación documentada entre el consumo de ciertos productos y los síntomas depresivos, es necesario retomar la clasificación NOVA[1], que propone cuatro diferentes categorías dependiendo del grado de procesamiento del alimento. Estas son:

  • Grupo 1. Alimentos naturales y mínimamente procesados: Como las verduras, leguminosas,  tubérculos, frutas, nueces, semillas,  pescados, mariscos, carnes huevos, leche, entre otros.  
  • Grupo 2. Ingredientes culinarios: Sustancias extraídas de componentes de los alimentos, tales como las grasas, aceites, harinas, y azúcar o sal.
  • Grupo 3. Productos procesados. Productos  alterados por la adición o introducción de sustancias (sal, azúcar, aceite, conservadores o aditivos) que cambian la naturaleza de los alimentos originales, con el fin de prolongar su duración, (como las verduras o leguminosas enlatadas o embotelladas y conservadas en salmuera, frutas en almíbar, algunos tipos de carne y pescado procesados, tales como jamón, tocino, pescado ahumado o quesos, a los que se les añade sal).
  • Grupo 4: Productos ultraprocesados: Estos son elaborados principalmente con ingredientes industriales, que contienen poco o ningún alimento entero. Los productos ultraprocesados contienen poco o ningún alimento natural. La mayoría de los ingredientes de los productos ultraprocesados son aditivos como conservadores, estabilizantes, emulsificantes, colorantes, aglutinantes, aumentadores de volumen, edulcorantes, resaltadores sensoriales, o saborizantes artificiales. 

Si bien, el procesamiento de los alimientos promete una larga vida de anaquel y facilidad para su transporte, la pobre calidad nutricional de estos ha llamado la atención de nutricionistas en todo el mundo, puesto que cada vez ocupan un mayor espacio dentro de las dietas de las personas, a la vez que desplazan el consumo de otros alimentos no procesados y más saludables.

Pero, ¿cómo influyen en el estado de salud mental? Se ha observado que a mayor consumo de productos ultaprocesados en la dieta, existe también una mayor ingesta de grasas totales, grasas saturadas, grasas trans, azúcares añadidos y sodio, mientras que los niveles de fibra y la densidad de vitaminas y minerales desciende, y con ello, las personas experimentan un deterioro no únicamente en su salud metabólica, sino también en la mental. [2] Esto se debe a que nuestro cerebro necesita de una variedad de vitaminas y minerales traza para completar sus ciclos de trabajo de manera correcta, y al no recibirlos debido a la pobre calidad que ofrecen las dietas ultraprocesadas, podría dejar algunos de ellos incompletos. Algunos de estos ciclos incluyen las rutas de neurotransmisores asociados con las sensaciones de felicidad, tranquilidad o el placer, ( como la serotonina, las endorfinas, la dopamina o la oxitocina). Además, se sigue estudiando el rol que pueden jugar los diversos aditivos alimentarios en el desarrollo de síntomas depresivos.

Es decir: el consumo elevado de ultraprocesados se asocia con una pobre calidad dietética, y quienes consumían este tipo de dietas tienen una mejor ingesta de vitaminas C, E, folato, calcio, zinc, fibra dietética y ácidos grasos n-3, entre muchas otras (a pesar de que sus dietas puedan ser elevadas en energía), y esta pobre calidad dietética se asocia con la aparición de síntomas depresivos.

La evidencia sobre los daños que pueden causar estos productos se sigue acumulando y respalda la necesidad de que las políticas se orienten a la reducción de su consumo, pero también nos obligan a evaluar sus efectos en más de un área, y aplicar una mirada más amplia a todos los factores que promueven el desarrollo de síntomas depresivos. Es decir, cuando hablemos de salud mental, debemos hablar también sobre las condiciones en la que viven las personas, y la calidad de los alimentos a los que tienen acceso de manera regular.


[1] OPS. Clasificación de los alimentos y sus implicaciones para la salud. https://www.paho.org/ecu/index.php?option=com_content&view=article&id=1135:clasificacion-alimentos-sus-implicaciones-salud&Itemid=360#:~:text=Convocatorias%20y%20vacantes-,Clasificaci%C3%B3n%20de%20los%20alimentos%20y%20sus%20implicaciones%20en%20la%20salud,y%20altamente%20procesados%20(ultraprocesados).

[2] Ultra-Processed Food Is Positively Associated With Depressive Symptoms Among United States Adults, publicado en la revista Frontiers in Nutrition. 

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7770142/