Empezó hace más de treinta años. Primero con los refrescos, los jugos y los néctares. Después con los tés, las bebidas deportivas y las bebidas energéticas. Se infiltraron con fuerza en la vida de las y los mexicanos. En ciertos casos para convertirse en una alternativa para saciar la sed. En otros, la mayoría, para imponerse como las únicas bebidas a la mano. Pero que se propusieran como una forma de hidratación tuvo consecuencias: ahora su consumo excesivo es un peligro para la salud en México.
Han sido llamadas “dulces líquidos” porque su composición se reduce a una coloración de agua azucarada, en ocasiones carbonatada, en ocasiones con una pizca de otras sustancias. ¿Pero cómo la omnipresencia de estos productos se volvió un riesgo para las personas? Fácil: porque son la forma más sencilla y directa de atiborrar cantidades inservibles de azúcares en el cuerpo. Cuando la OMS sugiere que el consumo de este tipo de azúcares no exceda al día cinco cucharadas en los adultos y cuatro cucharadas en las y los niños,(1) cada 600 ml de té Arizona, de Coca-Cola y de jugo Jumex contienen, respectivamente, 12, 13 y 14 cucharadas de azúcar.(2)
En la evidencia científica abundan datos sobre sus cualidades nocivas: se les asocia con el incremento de caries dental, de obesidad y de enfermedades crónicas no transmisibles como diabetes tipo 2.(3) Se les relaciona también con un mayor riesgo de desarrollar fracturas óseas y síndrome metabólico.(4,5) En México se les ha atribuído la muerte de más de 40 mil personas cada año.(6) Y sus daños no sólo ocurren a largo plazo. También tienen efectos negativos inmediatos, por ejemplo, al avivar el apetito con su nula capacidad para saciar, y al habituar al sentido del gusto, sobre todo de niñas y niños, a esperar que cualquier bebida contenga ese excesivo grado de dulzor.(7)
El consenso sobre sus riesgos está ahí, y sin embargo, continúan presentes como producto y publicidad en todos lados. Porque su omnipresencia no es azarosa: es una expresión de las injusticias que atraviesan al sistema alimentario. La industria refresquera y de bebidas azucaradas, a través de las cámaras empresariales que las agremian, ha ejercido su poder para adecuar el entorno alimentario del país a sus intereses comerciales. En consecuencia, hay bebidas azucaradas en fondas y restaurantes, escuelas y universidades, estadios, cines, circos, teatros, bares, calles, parques, plazas, andadores peatonales, autobuses, aviones, clínicas y hospitales.
Pero el agua azucarada que hoy sobra antes fue agua pura que ahora falta. Porque la producción de refrescos y bebidas azucaradas está entre las que más extraen agua del país. Para que medio litro de refresco exista son usados 35.4 litros de agua. Así, se calcula que Coca-Cola, la refresquera con mayor asedio a nivel nacional, extrae cada año más de 55 mil millones del litros de agua en México.(8) No sólo es el consumo del producto final el tiene consecuencias riesgosas, sino también el proceso para llegar a la fabricación del mismo. Las bebidas azucaradas que se producen en México están teñidas de las desigualdades que privilegian el acceso de esas industrias a los recursos hídricos, aún si implican despojar a las comunidades de su derecho a los mismos.(9,10)
Marion Nestle ha planteado que las prácticas de la industria refresquera son muy similares a las de la industria del tabaco: ambas pretenden vender la mayor cantidad posible de sus productos sin importar las consecuencias a la salud. Ambas usan agresivas estrategias publicitarias para promover sus productos en poblaciones en situación de vulnerabilidad. Ambas pagan estudios para desestimar el daño a la salud que causan sus productos. Ambas cabildean a los gobiernos para evitar que se pongan en marcha regulaciones adversas a sus prácticas publicitarias y de ventas.(11)
México, ubicado entre los mayores consumidores de refresco que hay en el mundo, conoce bien la ferocidad con la que la industria custodia su mercado, pues es la misma que ha rechazado iniciativas para aplicar impuestos, liberar los entornos educativos de productos nocivos, recomendar formas de hidratación saludable, alertar a las y los consumidores de ingredientes dañinos en alimentos y bebidas, restringir las formas de publicidad dirigidas a niñas y niños. Pero ante la magnitud del daño que provocan no existen otras alternativas: para detenerlo y revertirlo hay que regularles de forma estricta.(12)
En el país han sido puestos en marcha algunos mecanismos de protección, como el impuesto a refrescos y bebidas azucaradas, el etiquetado frontal de advertencia y la guía para orientar sobre formas de hidratación saludable. Pero estos requieren refuerzo y vinculación con otras medidas que restrinjan la publicidad de bebidas azucaradas, que liberen de su presencia los sitios de crecimiento y desarrollo infantil, y que habiliten bebederos, fuentes y otras formas de suministro de agua limpia y segura para todas las personas.(13)
Es urgente idear otras formas de hidratación posibles. La gran mayoría de las que existen hoy en día en México han sido trazadas para favorecer el negocio de las refresqueras y las bebidas azucaradas. Y sus efectos seguirán poniendo en peligro a los territorios y a las personas que les habitan hasta no materializar nuevas alternativas, radicalmente distintas, que tomen como punto de partida los derechos individuales y colectivos en materia de salud y de agua.
Bibliografía:
(1) OMS. Directriz: Ingesta de azúcares para adultos y niños. 2015. Disponible en: https://www.who.int/nutrition/publications/guidelines/sugars_intake/es/
(2) Alianza por la Salud Alimentaria. Cantidad de azúcar en las bebidas azucaradas más comunes. Disponible en: https://alianzasalud.org.mx/2016/09/cantidad-de-azucar-en-las-bebidas-azucaradas-mas-comunes/
(3) Sánchez-Pimienta TG, Batis C, Lutter CK, Rivera JA. Sugar-Sweetened Beverages Are the Main Sources of Added Sugar Intake in the Mexican Population. J Nutr. 2016;146(9):1888S-96S.
(4) Chen L, Liu R, Zhao Y, Shi Z. High Consumption of Soft Drinks Is Associated with an Increased Risk of Fracture: A 7-Year Follow-Up Study. Nutrients. 2020;12(2):530.
(5) Malik VS, Popkin BM, Bray GA, Després JP, Willett WC, Hu FB. Sugar-sweetened beverages and risk of metabolic syndrome and type 2 diabetes: a meta-analysis. Diabetes Care. 2010;33(11):2477-83.
(6) Braverman-Bronstein A, Camacho-García-Formentí D, Zepeda-Tello R. et al. Mortality attributable to sugar sweetened beverages consumption in Mexico: an update. Int J Obes. 2020. 44: 1341–1349.
(7) Moss M. Salt, sugar, fat. Penguin Random House 2014.
(8) Velázquez K. En un país con sed, sobra el agua para la industria de las bebidas chatarra. POP LAB. 2020. Disponible en: https://pozoschatarra.poplab.mx/
(9) La Jornada. México, en medio de una de las más grandes crisis hídricas de su historia. 2021. Disponible en: https://www.jornada.com.mx/notas/2021/03/22/politica/mexico-en-medio-de-una-de-las-mas-grandes-crisis-hidricas-de-su-historia/#:~:text=M%C3%A9xico%20vive%20una%20de%20las,se%C3%B1al%C3%B3%20por%20su%20parte%20la
(10) Delgado Ramos GC. Apropiación del agua, medio ambiente y obesidad; los impactos del negocio de bebidas embotelladas en México. UNAM 2014.
(11) Nestle M. Soda politics: taking on big soda (and winning). Oxford University Press 2015.
(12) Théodore F, Blanco–García I, Juárez–Ramírez C. ¿Por qué tomamos tanto refresco en México? Una aproximación desde la interdisciplina. Interdisciplina. 2019; 7(19): 19-45. doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2019.19.70286
(13) Bergallo P, Castagnari V, Fernández A, Mejía R. Regulatory initiatives to reduce sugar-sweetened beverages (SSBs) in Latin America. PLoS One. 2018;13(10):1-1. Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6195269/pdf/pone.0205694.pdf
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