Algo que se ha hecho evidente durante los últimos meses es la vulnerabilidad que algunos grupos de la población tienen frente a la nueva pandemia ocasionada por el virus SARS-CoV-2.  Tenemos que hablar seriamente sobre Covid-19 y enfermedades no transmisibles, pues la conjugación de estas enfermedades han demostrado tener un impacto diferenciado en las complicaciones que se pueden presentar.

De acuerdo con las cifras que han sido presentadas y actualizadas diariamente, podemos ver con claridad que la mayoría de las defunciones por Covid-19 en México corresponden a personas mayores de 65 años, pero en el panorama general, se observa que entre las  comorbilidades más comunes se encuentran la hipertensión arterial, la diabetes, la obesidad, el tabaquismo, la insuficiencia renal crónica, EPOC y enfermedades cardiovasculares, entre otras condiciones (como las personas que se encuentran en un estado de inmunosupresión).

Imagen: Captura de pantalla del informe epidemiológico presentado por la Secretaría de Salud el 8/04/2020. En la gráfica se muestran las defunciones confirmadas por Covid-19, presentadas por grupo de edad.

Imagen: Captura de pantalla del informe epidemiológico presentado por la Secretaría de Salud el 8/04/2020. En la gráfica se muestran las comorbilidades presentes en las defunciones ocurridas en México por Covid-19.

Recordemos que la obesidad es una enfermedad (aunque muchas veces sigue sin ser considerada como tal, y delegada erróneamente al ámbito de lo estético y lo individual), y es también un factor de riesgo para desencadenar otras enfermedades crónicas (como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, y distintos tipos de cáncer), pero también infecciosas. Esto se debe a una serie de alteraciones en el tejido adiposo que modifican la respuesta del sistema inmune[1] (la obesidad ocasiona -entre otras cosas- un estado crónico de inflamación en algunos órganos y tejidos).

La obesidad, como fenómeno mundial ha dejado vulnerables a muchos países. La Federación Mundial de Obesidad, ha externado su preocupación sobre las tasas extremadamente altas de obesidad en todo el mundo, por lo que se espera que un alto porcentaje de la población que contraerá Covid-19, también tenga un IMC superior a 25 y por ello, los cuidados de estas personas, podrían representar importantes desafíos para los sistemas de salud. [2]

Obesidad: ¿Cómo estamos en México?

De acuerdo con las últimas cifras que ha arrojado la ENSANUT 2018[3] el 75.2% de los adultos ya tiene algún grado de sobrepeso u obesidad. Mientras que el 10.3% de la población mayor de 20 años, tiene un diagnóstico de diabetes (esto es equivalente a 8.6 millones de personas, y se estima que pueden existir muchas más tomando en consideración a la población no diagnosticada). La hipertensión arterial, otra de las comorbilidades comúnmente observadas entre las defunciones por Covid-19, se encuentra presente en el 18.4% de la población (es decir, 15 millones de personas), de nuevo, esta cifra no incluye a la población no diagnosticada (algo común debido a que esta condición suele ser asintomática).

Estos preocupantes números son el resultado de años de inacción política para enfrentar a los determinantes sociales y comerciales de la obesidad con políticas del estado. Durante años, el estado mexicano cobijó la intromisión de las industrias de alimentos y bebidas en sus políticas alimentarias. Un claro ejemplo de esto es el diseño de la “Cruzada Nacional contra el Hambre” instrumentada en el sexenio de Enrique Peña Nieto, en la que marcas transnacionales como Nestlé[4], Pepsico, y Bimbo, entre otros grandes monopolios de la industria alimentaria, acercaron una serie de productos ultraprocesados a las poblaciones más vulneradas con ayuda de SEDESOL, con la promesa de que algunos productos (como galletas especiales) estarían fortificados.[5] Sobra decir que esta estrategia no ayudó de manera significativa a combatir el hambre o la desnutrición como se pretendía, pero si al posicionamiento de productos ultraprocesados ajenos a las tradiciones culinarias de diferentes regiones.

Además, la fuerte y normalizada presencia de estas industrias en el cabildeo que se ejercía en los congresos, e incluso el poder ejecutivo, había logrado frenar y debilitar considerablemente la implementación de políticas recomendadas por la Organización Mundial de la Salud como la prohibición en la venta de productos chatarra dentro de las escuelas, la regulación de la publicidad de productos malsanos dirigida a niños, los etiquetados claros, e incluso las recomendaciones para la adecuada protección de la lactancia materna.

Así, México se convirtió en una incubadora de casos nuevos de obesidad, muchos de los cuales comenzaron a detonarse desde la infancia, empeorando con ello el pronóstico de salud de esta población en el futuro.

Hoy vemos como México se enfrenta a esta pandemia con una considerable carga de obesidad y enfermedades crónicas, y esto debe llevarnos a una necesaria reflexión sobre lo que debió haberse hecho en el pasado y no se hizo, y más importante aun, lo que no debemos permitir el día de hoy. La intromisión de los intereses comerciales, nos han impedido generar políticas para el bien público en materia de prevención de sobrepeso y obesidad.

Nunca más nos deberíamos de enfrentar a una pandemia bajo estas condiciones. Y dado que el surgimiento de nuevos virus y sus mutaciones se encuentra (en gran medida) fuera de nuestras manos, es una responsabilidad innegable actuar sobre lo que sí podemos cambiar: la transformación de los entornos malsanos y los sistemas alimentarios, el fortalecimiento del sistema nacional de salud, y las estrategias de comunicación para la salud.

Alimentos sanos para poblaciones resilientes

Sería un error suponer que la obesidad y las ENT son la única desventaja con la que enfrentamos a esta pandemia. La realidad es que el estado de nutrición tiene grandes implicaciones en la formación y mantenimiento de un sistema inmunológico fuerte.[6] Es evidente que una población bien alimentada y sin carencias de nutrientes (particularmente proteínas de alto valor biológico, vitaminas y minerales), es también una población mejor “armada” para enfrentar enfermedades, particularmente las infecciosas.[7] Desde luego esto no quiere decir que quienes se encuentran adecuadamente nutridos no están en riesgo de contraer el virus. Si algo ha dejado claro la autoridad sanitaria, es que todas y todos somos susceptibles de enfermar y probablemente, -dado que no existe aun una vacuna-, en algún momento lo haremos. No, lo que cambia de manera importante es nuestro pronóstico de recuperación y la gravedad del cuadro infeccioso que enfrentaremos.

Es por ello sumamente importante que nuestra alimentación durante la epidemia, -o mejor dicho, que nuestra dieta cotidiana- sea variada y suficiente en nutrientes esenciales, es decir, rica en alimentos naturales y mínimamente procesados. No cabe duda que la calidad y el valor nutrimental de las frutas, verduras, leguminosas, productos de origen animal y cereales no procesados, distan significativamente a la de los productos ultraprocesados, (que en su mayoría aportan azúcares añadidos, grasas saturadas, sodio y una inmensa lista de aditivos entre los que destacan los colorantes artificiales, los conservadores, los aromatizantes y los saborizantes sintéticos).[8] Compuestos que sin duda, no sirven de soporte para que nuestro sistema inmune se enfrente con éxito a Covid-19 u otras enfermedades.

Para lograr este estado óptimo de salud a través de la alimentación no basta con brindar consejos trillados de buena alimentación y esperar que el mero conocimiento de lo que nos beneficia se materialice en un cambio de patrones de consumo de alimentos a nivel nacional. Esto es un reto enorme que implica un arduo trabajo de todos los sectores del estado, una escucha activa de las necesidades y barreras de los grupos más vulnerados para acceder a la alimentación que se recomienda e investigación científica y social libre de los intereses de quienes, por el contrario, buscan la promoción de productos que abonarían a lograr todo lo contrario.

Uno de los grandes aprendizajes que nos debería dejar esta pandemia es que el estado de nutrición de la población es sumamente importante y descuidarlo de nuevo, ¡no es una opción!

[1] Vega-Robledo GB, Rico-Rosillo MG. Tejido adiposo: función inmune y alteraciones inducidas por obesidad. Rev Alerg Mex. 2016;66(3):340-353

[2] https://www.worldobesity.org/news/statement-coronavirus-covid-19-obesity

[3] Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018. INSP, INEGI. Presentación de Resultados. https://ensanut.insp.mx/encuestas/ensanut2018/doctos/informes/ensanut_2018_presentacion_resultados.pdf

[4] Capturan chatarreras Cruzada Nacional contra el Hambre (2013).  El Poder del Consumidor. https://elpoderdelconsumidor.org/2013/04/capturan-empresas-de-comida-chatarra-la-cruzada-nacional-contra-el-hambre/

[5]La incorporación de monopolios de alimentos chatarra a la Cruzada Nacional Contra el Hambre augura su fracaso. Portal Político https://www.portalpolitico.tv/gobierno/la-incorporacion-de-monopolios-de-alimentos-chatarra-a-la-cruzada-nacional-contra-el-hambre

[6] Nutrición e inmunidad A. Ortiz-Andrellucch (2007). http://www.geocities.ws/rsmqhpl/38_s1_12.pdf

[7] La estrecha relación entre la nutrición y el sistema inmunitario E. Nova, A. Montero, S. Gómez y A. Marcos. http://www.seom.org/seomcms/images/stories/recursos/infopublico/publicaciones/soporteNutricional/pdf/cap_01.pdf

[8] Alimentos y bebidas ultraprocesados en América Latina: ventas, fuentes, perfiles de nutrientes e implicaciones ISBN: 978-92-75-32032-7. Organización Panamericana de la Salud. 2019. https://iris.paho.org/bitstream/handle/10665.2/51523/9789275320327_spa.pdf?sequence=1&isAllowed=y